Me acuesto, desnuda, en silencio. Afuera todo está quieto, pero adentro de mí, todo arde.

Pienso en ti. En cómo me mirarías si me vieras así: con el plug ya dentro, llenándome poco a poco mientras respiro hondo y me acomodo sobre las sábanas. Me excita imaginar que eres tú quien lo empuja, quien me susurra que me quede quieta y me abra más.

Tomo el dildo, lo acaricio con la mirada. Está frío al principio, pero en segundos lo siento cálido, mojado, listo. Lo deslizo despacio en mi vagina, sintiendo cómo me llena. No hay resistencia. Mi cuerpo lo pide. Y con la otra mano, enciendo el vibrador.

La primera vibración en el clítoris me arranca un gemido suave. Todo se intensifica. Plug en el culo, dildo adentro, vibrador zumbando sobre mí. Estoy sola, pero me siento completamente tomada. Me imagino que eres tú quien dirige todo, quien me obliga a no parar.

Me penetro más profundo con el dildo, cada vez más rápido. El vibrador en mi clítoris me hace arquear la espalda. Me duele de placer. Y te veo en mi mente: de pie, mirándome, con esa mirada sucia que me hace sentir tuya. Tu puta.

Cada movimiento, cada vibración me lleva al límite. Me sostengo el vibrador con fuerza, empujo el dildo hasta el fondo y siento cómo el plug presiona aún más al mismo tiempo. Estoy llena por todos lados.

Mi cuerpo se tensa. Gimo. Me corro con fuerza, temblando, jadeando tu nombre, temiendo que alguien escuche, pero sin poder detenerme.

Me desarmo. Me quedo así, temblando, con los juguetes aún dentro, con el eco de ti en mi mente.

Y sé que esta noche volveré a hacerlo. Por ti. Para ti. Aunque nunca lo sepas.

Apenas te acercas, me tiemblan las piernas.

No me tocas todavía, solo estás ahí, mirándome con esa sonrisa que me desarma. Ya estoy mojada. Me odio un poco por eso. Me siento puta solo con rozarte. Con sentir tu respiración cerca de mi cuello, con imaginar tus manos bajando sin permiso. Y no haces nada. Solo juegas con la idea de hacerlo.

Cuando por fin me tomas de la cintura y me empujas contra tu pelvis. Me aprietas por detrás, corres mi tanga, tu cuerpo contra el mío me hace gemir bajo. No me has dicho una sola palabra, y yo ya me siento tuya. Como si no valiera más que para esto.

Tus dedos bajan por mi espalda, me abres las piernas con las tuyas. Cuando tu mano se mete entre mis muslos y rozas lo mojada que estoy, sonríes. Me ardes. Me humillas sin hablar.

—¿Así de fácil? —susurras.

Asiento. No puedo mentirte. Me siento puta. Tu puta.

Y me gusta.

Me empujas más fuerte, me tocas sin cuidado, como si solo fuera un cuerpo para saciarte. Y yo, en vez de resistirme, me arqueo. Te busco. Me corro en tus dedos, jadeando como si no tuviera dignidad. Y mientras me usas, solo pienso en que mañana, cuando vuelva a verlo a él, aún voy a estar temblando por ti.

Y eso me excita más.

Mi mente piensa en ti más de lo que debería.

Estoy con alguien más, lo sé. Pero esta noche, mientras él duerme a mi lado, mis pensamientos se escapan. Me imagino tus manos firmes, seguras, llevándome contra la pared sin pedir permiso. En mi cabeza, ya no hay dudas: soy tuya, por completo.

Estoy atada con esposas a la cabecera de una cama que no es la mía. Tus dedos bajan por mi pecho, lentos, sabiendo exactamente lo que hacen. No hay palabras dulces, solo miradas cargadas de deseo. Me abres las piernas con una rodilla, y el sonido de mi respiración se vuelve más rápido. Me muerdo el labio, esperando que me tomes ya, pero tú te tomas tu tiempo.

Tus dedos juegan, exploran, provocan. Me humedeces rápido. Sabes cómo hacerlo. Me susurras cosas sucias al oído y me retuerzo en las esposas, deseando más, rogando sin decirlo. Entonces me penetras de golpe, fuerte, sin pausa. Grito tu nombre, aunque aquí, en la realidad, estoy en silencio.

Te mueves dentro de mí con fuerza, con rabia contenida. Mis piernas te rodean, mis caderas te buscan. Cada embestida me lleva más cerca. Me tocas justo donde me gusta y no me das tregua. Me corro temblando, mojándote, y tú sigues, incansable, hasta acabar conmigo otra vez.

Cuando te vienes, lo haces mirándome fijo, apretando mis muñecas esposadas mientras jadeas mi nombre. Y yo, rota, feliz, me quedo así, colgando de tus manos.

Pero despierto.

Y es él quien duerme a mi lado, ajeno a todo. No sabe que pienso en ti. Que me toco a escondidas imaginando tus órdenes, tus movimientos, tu cuerpo dominando el mío. No sabe que, en mi mente, ya me entregué a ti muchas veces.

Y que cada noche, cuando cierro los ojos, vuelvo. A ti. A las esposas. A lo que nunca pasó, pero no dejo de desear.

Mi mente piensa en tu cuerpo sobre el mío. En cómo me abres las piernas y entra sin decir nada. Mis uñas en tu espalda, tu ritmo cada vez más profundo. Gimo tu nombre. Me tomas más fuerte. Nos venimos juntos, jadeando, aún unidos, sin querer soltar el momento.

Comienzo con un baile bien cachondo, me tocan rico, me quitan la ropa, uff